domingo, 25 de septiembre de 2011

Ludi Pucelae V

Tras el verano, regresan los combates. Y la afluencia de público es tan grande, que el Emperador abre las puertas del anfiteatro y del circo al mismo tiempo.
En el circo, dos grandes ejércitos se enfrentan, con sus generales montados en carros. Por un lado, los dorados Caballeros (Daniel), y los verdes Escudos Pequeños (Rodrigo); frente a ellos, los Egipcios de color jade (José) y los Acróbatas naranjas (Gloria).
Se produce un encontronazo brutal, cuando los carros se embisten entre sí. Nuestro heroico Tracio es un rival muy difícil para el Lusiario...
El público ruge cuando los Escudos Pequeños vencen al último de sus rivales. En el otro lado de la spina, los Egipcios aguantan a los Caballeros como pueden. Su valor y su resistencia son aclamados por todos, pero no pueden evitar la derrota cuando los Verdes los atacan por retaguardia. Sin embargo, se llevan el Trípode de Honor, un buen (y disputado) premio de consolación.
Mientras esto ocurre, en el anfiteatro, los espectadores asisten a la recreación de un episodio homérico: la quema de las naves. El ejército troyano, representado por los azules Sin Escudo de Javier y los Favoritos plata oscura de Leticia (con el gran Hermes el Retiario, protagonista de tantas odas), atacan a los griegos en la costa. Por parte de los griegos, los Escudos Grandes, rojos, de Álvaro, los plateados Singulares de Juan Carlos, y los Favoritos de Bruno (con Carpóforo el Bestiario). 
El ataque resulta frustrado, y los troyanos no llegan a las naves, para desilusión del público (nobles romanos, descendientes del gran Eneas). El temible gladiador Singular de Juan Carlos (¡5/6/6/6!), y el salvaje Carpóforo, abaten en dos turnos a sus enemigos; entre ellos un oso que sufre los ¡10! Dados de Daño del Bestiario. Por si fuera poco, el Bárbaro con Antorcha que debía quemar las naves es objetivo, consecutivamente, de un Rayo de Júpiter y una Cólera de los Dioses; y nadie sobrevive a la ira divina.
En la segunda prueba, los campeones se disputan la armadura y las armas de un insigne troyano caído en el ataque (posiblemente Héctor; a buen seguro que Paris se había quedado en la retaguardia). En dos turnos, el famoso y querido Espartaco libera de la vida a tres gladiadores enemigos, y tras vencer a otros adversarios menores, se enfrenta en duelo con los Singulares.
Sin embargo, en el último turno, la suerte se pone del lado de un gladiador ignorado: el Mirmillón, que asiste como espectador a este combate singular, es uno de los pocos que se mantiene con vida cuando una trampa de foso engulle a los luchadores. ¡Y se hace con la victoria!
Sólo falta una jornada, la última oportunidad de escalar puestos en la clasificación y poder disputar (con un mínimo de 3 partidas jugadas) las finales en las jornadas CASTILLA Y DRAGÓN de octubre. ¡Sólo pueden quedar los mejores!

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